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Crónica del coronavirus - día 1

Recuerdo que hace unos años leí un libro, que me pareció magnífico, de una autor que para mí era desconocido, Manel Loureiro, en el que un abogado gallego contaba su día a día en un Apocalipsis Zombie. A pesar de ser un argumento un tanto manido, la historia de Loureiro por cercana —se desarrollaba en España— y realista me pareció interesantísima, entretenida y trepidante.

Estos días extraños y surrealistas me traen constantemente el recuerdo de la historia de Lourerio y me hacen senrir que las cosas que suceden forman parte de un argumento demencial parido por la mente de un autor fantasioso y no de mi vida.


Ayer vi al presidente del gobierno hablar de amenaza global, pandemia, confinamiento, el ejército a las calles, alarma… y todo era como un déjà vu de algo ya vivido… de un fallo en Matrix.

Esta mañana he bajado al perro y no me he olvidado de llevar mi dni, de hecho me he cruzado con una pareja de policías con mascarilla que no me han solicitado la documentación, pero la sensación de que me miraban estudiando mis movimientos me ha perseguido desasosegadamente durante un buen rato.

«Nos esperan semanas difíciles» ha dicho el presidente, y yo me lo creo. Afortunadamente soy uno de los que puede teletrabajar y mi inquietud es moderada, aunque mi mujer no tiene esa posibilidad.

Mis sensaciones van desde la incredulidad, pasando por el miedo hasta llegar al asombro ante la estupidez humana: ahora mismo estoy viendo gente haciendo deporte por las calles… en mi inmensa ingenuidad no alcanzo a entender cómo es posible que haya personas tan inconscientes… por no decir imbéciles.

Claro, también recuerdo la manifestación multitudinaria del 8M justo antes de que se hablara de la posibilidad de declarar el estado de alarma, lo que finalmente ha sucedido, y no puedo dejar de pensar en que algunos políticos son... en fin... sin paños calientes: un tanto gilipollas.

Mi capacidad para almacenar datos absurdos y para realizar analogías estúpidas saca del desván de mi memoria friki la película Tiburón, cuando ante el ataque del escualo a los bañistas el alcalde de Amity se resistía a cerrar la playa porque era temporada alta de turistas… la realidad supera a la ficción y tristemente algunos de nuestros políticos no están a la altura de la circunstancias y priman réditos políticos a bien común.

Trato de mirar el lado positivo de todo esto y quizá la mayor ventaja de esta situación sea que es un filtro descomunal de idiotas. Los idiotas salen a la luz cuando los problemas aprietan y se dejan ver sin el anonimato de la normalidad. También, por compensar, la solidaridad aflora y hay gestos preciosos que en ocasiones me reconcilian con el género humano. Hay escritores como Blas Ruiz Grau, Juan Gómez-Jurado y muchos más que están regalando sus novelas. Hay médicos que gratuitamente ofrecen consultas online para no saturar servicios sanitarios. Profesores que dan clases a través de internet. Editoriales que regalan sus publicaciones. Museos que ofrecen visitas virtuales.

Esto acabará, tarde más o tarde menos, y espero que al menos sirva para reforzar el sentido común en la humanidad, de alguna manera nos haga un poco mejores.

Un saludo, suerte, fuerza y valor.

Nos leemos mañana.

A.C.C.

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